jueves, 24 de marzo de 2011

Dudas dudosas

Me encontraba en una mesa redonda con mucha comida por en medio. Bocadillos varios, agua y refrescos, vinos, bollería salada y algún que otro picoteo más. Al lado mío tenía una señora de unos setenta años de edad. La señora, por circunstancias de haber tenido una vida laboriosa, tenía dolores en la espalda. Eso conllevaba el no poder estar de pie pasado un cierto tiempo. Aquella velada iba para un buen rato.
Tocaba hacerlo y lo hice. No se si por educación, o por generosidad. Me dispuse a pedirle la silla a una señora que había en la mesa de al lado. Tenía unos 45 años de edad, medía metro sesenta y cinco y su rostro parecía agradable. Llevaba un vestido color verde pistacho, unos zapatos marrones con tacones, dos sortijas de oro, una pulsera grabada y un collar de bolas verde oscuro.
Con cortesía y adoptando un papel de actor le dije:

- Señora, ¿puede pasarme si es tan amable, la silla donde tiene colgados su bolso y la chaqueta?

En ese momento su cara cambió por completo. Como si de un extraño se tratara la señora se quedó perpleja. No soy ningún extraño, soy una persona de carne y hueso. Como tú y como todos los que habitamos este planeta. No se porqué me miró de esa forma. El caso es que me contestó:

- Pero, ¿para quién es la silla?

Vamos a ver. Como que para quien es la silla. Pero si tenía el asiento con un bolso y una chaqueta. Es decir, la señora no estaba sentada en ella. Que más le daba. Total que le dije:
- Es para una señora que no puede estar de pie mucho tiempo.

Quitó el bolso y la chaqueta de la silla, y me la dio. En ese momento pensé en todo lo que estaba pasando actualmente. En el tsunami, en las revueltas de Libia, en las centrales nucleares, en la crisis… Me dije a mí mismo: si una señora ha dudado en darme una silla, que utilizaba “como artículo de lujo”, que pasaría si por un momento todos dudáramos de todos…

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