Las palabras para diferenciar a las personas no me gustan. A mi me da igual blanco o negro, rico o pobre… Si al final tiene buen corazón, eso es lo que le diferenciará de los demás. Somos tanto y tan poco, que a veces nos creemos más de lo que en realidad ofrecemos al mundo. Recapacitemos, pensemos mejor (algunos no les gusta pensar). Todos tenemos buen corazón, obramos responsablemente y ayudamos al prójimo si lo necesita. Si esto fuera así, que no lo es, no utilizaríamos palabras para diferenciar a las personas. Hay buenas, malas, las que no tienen corazón y las que lo tienen colgado de un hilo a punto de caer al pozo. Aún así, no me gustan las diferencias. Todos somos iguales. Por lo visto, algún estúpido se inventó la palabra y haciendo uso de una intervención populista dijo: “Nosotros somos diferentes”. Tu serás lo que quieras, pero diferente no. Y así, dando saltos de gigante, hemos llegado a un punto donde los ladrones son malos, los banqueros son buenos (ya no se sabe bien que es malo ni es bueno), en fin, aquí cada uno arrima la lata a su sardina. Diferencias ninguna, repito, todos somos iguales. ¿Diferencia? Los que tienen un corazón sano y los que lo tienen envenenado. ¿Cómo se consigue tener un corazón sano? Salir a correr todos los días una hora sin tocar el suelo con los pies.
Miro los titulares y aún veo personas que siguen diferenciando. Hay algunos memos que no se enteran. Como vamos a confiar en vosotros. Las clases me las paso yo por las cebollas. Seréis lerdos y cretinos. Que unos eurodiputados no quieran viajar en clase turística para ahorrar costes. Dicen, nosotros viajamos en primera clase. ¿Vosotros creéis que Gandhi, Martin Luther king y otros grandes de la historia viajaban cuando querían en primera clase?
No lo hacían porque eran diferentes…
jueves, 7 de abril de 2011
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