No me considero alguien que viene de otro mundo. Soy de los que piensan que luchar ya es suficiente. Ya sea por un ideal o por una barra de pan. A lo largo de la historia, esa que no sabemos muy bien donde empezó y acabó, han surgido miles de batallas. Los humanos, seres que nacieron de la nada y nada son, han combatido entre sí. Se han matado los unos a los otros. Y todo esto porque es difícil vivir. Esa palabra que a todos nos da miedo pronunciar cuando vamos en ascensión. Vivir acarrea múltiples consecuencias. Vivir es luchar por vivir. Más miedo aún nos da la palabra miedo. O más aún la palabra morir. Y se preguntarán porqué digo todo esto… El otro día, dio la casualidad que mis oídos captaron lo que un joven decía. Entre risas, con los amigos, les comentaba:
- Ojala estallara todo y se produjera otra guerra civil
En ese momento me dieron ganas de levantarme, ir hacia el y decirle:
- De acuerdo, luego paso por el botellón y nos vamos al frente…
Memos, insensatos, soplapollas…
jueves, 31 de marzo de 2011
miércoles, 30 de marzo de 2011
Mastodontes de madera
Hoy he roto dos vasos y tres platos. Estoy nervioso. Como si de un relámpago se tratase, he destruido todo lo que había a mi paso. Las paredes, los cuadros y hasta las cortinas que cuelgan las he reventado. Estoy nervioso. He salido a la calle. Con el primer coche que me he cruzado me he puesto a discutir. Como no había nadie dentro de el, le he metido una patada al retrovisor. Estoy nervioso. Alguien me ha gritado y me ha dicho que lo que hacía no estaba bien. He ido hacia el y esto es lo que le he hecho: le he metido un mojicón en todo el pómulo. Se ha caído al suelo y una vez allí, lo he cogido por las piernas y lo he llevado en carretilla hasta la otra punta de la calle. Estoy nervioso. He quemado diez contenedores, y apaleado a nueve maltratadores que me he encontrado. Estoy nervioso. Como no sabía que hacer, como si el diablo se hubiera metido en mí, he entrado a un estanco y he comprado diez cajetillas de cigarrillos. Me he fumado nueve y el último me lo he comido. Estoy nervioso. Y es que, con este sol me pongo así de excitante. No lo puedo evitar. Me hierve la sangre por dentro. Me irrito, me altero, me pongo tan frenético que no hay quien me pare.
Así veo yo a muchos por el mundo… No es lo que son, pero lo aparentan… Diablos indefensos que maman de esta tierra. Piratas que navegan con banderas negras y perlas de hojalata. Esos crueles mastodontes que reinan en el reino de lo impuro. Los que hacen y deshacen como despiadados bucaneros. Allá donde reina el camino, el tránsito, el ahogamiento y la muerte. Ese lugar donde todos buscan la riqueza utópica de todos los tiempos. Que todos clamen sus nombres y se arrodillen ante ellos. Porque los sanguinarios siguen estando entre nosotros y nos dejan sin aliento. Esos bárbaros farsantes… Si yo fuera Dios…
Así veo yo a muchos por el mundo… No es lo que son, pero lo aparentan… Diablos indefensos que maman de esta tierra. Piratas que navegan con banderas negras y perlas de hojalata. Esos crueles mastodontes que reinan en el reino de lo impuro. Los que hacen y deshacen como despiadados bucaneros. Allá donde reina el camino, el tránsito, el ahogamiento y la muerte. Ese lugar donde todos buscan la riqueza utópica de todos los tiempos. Que todos clamen sus nombres y se arrodillen ante ellos. Porque los sanguinarios siguen estando entre nosotros y nos dejan sin aliento. Esos bárbaros farsantes… Si yo fuera Dios…
lunes, 28 de marzo de 2011
Por veredas y matorrales
Los lunes deberían ser días para estar fuerte. Después de dar el domingo por descanso, los lunes deberíamos tener las pilas cargadas. Hoy no estoy descansado. La culpa es del sábado, no del domingo. Me levanté, el sábado, con prisas para comprar el periódico. Venía en el una noticia muy importante. Tras un pago bien pagado y una lectura que no me convenció, decidí andar. Como no entendía nada de lo que decían los artículos hice una cosa, le di la vuelta al periódico. Al ver que tampoco entendía nada, cogí el bolígrafo que llevo siempre conmigo y empecé a escribir. Pero tampoco entendía lo que escribía, porque encima de lo escrito no se puede escribir. Así que entre palmeras, caminos de piedra y palacios en medio de matorrales, me senté a descansar. Sorpresa la mía cuando llegué al final del periódico. Venía el protocolario artículo de Juan José Millás y lo leí. Siempre hay algo bueno en los periódicos, aunque sea al final. Me levanté y seguí el camino. Andando pisé alguna que otra hormiga sin querer. Cada vez entiendo más a los grandes, y mucho más a los pequeños. Pasé por muchas veredas pero por ninguna me embarqué. Pase por la de “los Antolino”, “los Gracia”, “los Cabrera” y “los raudales”. Como cambia la fisonomía de cualquier lugar del mundo… pensé yo. Por estas tierras, que antes eran polvo, ahora hay farolas, bitumen y menos palmeras. Pero la sensación es buena. Es tan buena como mágica. Y es tan mágica como cierta. Pues por estos caminos respiro aire limpio. Como si yo conociese el aire limpio... En ese momento, una de las hormigas que había pisado anteriormente se paró delante de mí. Como si de la voz de un humano se tratase, me dijo:
- Aire limpio no es aquel que respiras ni hueles por la mañana. Tampoco aquel que respiras en medio de los bosques, ni que ves donde hay plantas. Pues, aire sucio es ese que tocas y palpas, ese que arrasa. El aire que conoces es ese, el sucio.
Salí huyendo y corrí todo lo que pude.
- Aire limpio no es aquel que respiras ni hueles por la mañana. Tampoco aquel que respiras en medio de los bosques, ni que ves donde hay plantas. Pues, aire sucio es ese que tocas y palpas, ese que arrasa. El aire que conoces es ese, el sucio.
Salí huyendo y corrí todo lo que pude.
viernes, 25 de marzo de 2011
Mi querido administrador
Hoy estoy más arto que ayer. Mi paciencia se ha agotado. No puedo coger un periódico o encender la televisión y que siempre salga lo mismo. ¿Cómo puede haber gente muriéndose de hambre? Si repartiendo equitativamente toda la riqueza del mundo a partes iguales, sólo haría falta que trabajáramos 3:30 horas cada uno. Viviríamos más felices. Pero claro, se me escapan detalles. Como si de agua de lluvia estuviera hablando, entre las manos se me resbalan factores e intereses que no comparto. Por eso he decidido embarcarme en un viaje imaginario. Si yo tuviera ese maldito poder traicionero y repugnante… si dispusiera de tanto, cuanto que haría…
Me despierto y me encuentro en un palacio. Rodeado de concubinas y vestido con sábanas transparentes. La cama es enorme y en ella caben al menos 10 personas. Sé que es un sueño, pero tengo que aprovecharlo. Llamo a mi criado y le digo que me traiga al administrador.
- Querido administrador, he tenido una visión. Necesito que me ayudes a realizar un trabajo difícil. ¿Cuánto dinero tenemos en estos momentos?
El administrador, cogió un libro enorme y lo abrió.
- Ahora mismo, tendríamos para comprar más de medio mundo mi señor, dijo el administrador.
En ese momento, le propongo a mi administrador lo siguiente:
Has de coger todo el dinero que tenemos y dividirlo en partes iguales, para repartirlo entre los sitios que te voy a ir diciendo. En Haití destinarás una parte, también en Nicaragua y Guyana. Después haces un viaje relámpago hacia África y repartes más dinero entre Zimbabue, República democrática del Congo y Liberia. De África coges un tren, que sale más barato que en avión, y te vas a Asia, allí repartes entre Afganistán, Franja de Gaza y Cisjordania. Una vez hecho eso, vuelves a Europa para entregar varios paquetes más, en Kosovo, Moldavia y Montenegro. No te desesperes, que estarás terminando. Haces un último desplazamiento a Oceanía y allí racionas entre Tokelau, Tuvalu y las Islas Salomón.
Cuando he terminado de decirle todo esto a mi administrador, este con cara de extrañado me dice:
- Pero señor, si repartimos todo ese dinero nosotros no tendremos nada. Sólo nos quedarán las parcelas arrendadas, los animales, el palacio y una estatua de oro.
- No te preocupes, has de repartirlo todo también. Solamente tenemos que quedarnos con nuestra vida.
En ese momento, me encuentro en una cafetería. Qué alboroto, la gente corre muy deprisa, no se para a escuchar, a oler, a sentir… En una de las mesas de la cafetería hay un periódico, empiezo a leerlo y en una esquinita pone:
“Países de todo el mundo asombrados. Un rico-loco en paradero desconocido dona miles y miles de millones a los países más pobres del mundo”
En ese momento pienso, imposible. ¿Quién haría algo así?
Me despierto y me encuentro en un palacio. Rodeado de concubinas y vestido con sábanas transparentes. La cama es enorme y en ella caben al menos 10 personas. Sé que es un sueño, pero tengo que aprovecharlo. Llamo a mi criado y le digo que me traiga al administrador.
- Querido administrador, he tenido una visión. Necesito que me ayudes a realizar un trabajo difícil. ¿Cuánto dinero tenemos en estos momentos?
El administrador, cogió un libro enorme y lo abrió.
- Ahora mismo, tendríamos para comprar más de medio mundo mi señor, dijo el administrador.
En ese momento, le propongo a mi administrador lo siguiente:
Has de coger todo el dinero que tenemos y dividirlo en partes iguales, para repartirlo entre los sitios que te voy a ir diciendo. En Haití destinarás una parte, también en Nicaragua y Guyana. Después haces un viaje relámpago hacia África y repartes más dinero entre Zimbabue, República democrática del Congo y Liberia. De África coges un tren, que sale más barato que en avión, y te vas a Asia, allí repartes entre Afganistán, Franja de Gaza y Cisjordania. Una vez hecho eso, vuelves a Europa para entregar varios paquetes más, en Kosovo, Moldavia y Montenegro. No te desesperes, que estarás terminando. Haces un último desplazamiento a Oceanía y allí racionas entre Tokelau, Tuvalu y las Islas Salomón.
Cuando he terminado de decirle todo esto a mi administrador, este con cara de extrañado me dice:
- Pero señor, si repartimos todo ese dinero nosotros no tendremos nada. Sólo nos quedarán las parcelas arrendadas, los animales, el palacio y una estatua de oro.
- No te preocupes, has de repartirlo todo también. Solamente tenemos que quedarnos con nuestra vida.
En ese momento, me encuentro en una cafetería. Qué alboroto, la gente corre muy deprisa, no se para a escuchar, a oler, a sentir… En una de las mesas de la cafetería hay un periódico, empiezo a leerlo y en una esquinita pone:
“Países de todo el mundo asombrados. Un rico-loco en paradero desconocido dona miles y miles de millones a los países más pobres del mundo”
En ese momento pienso, imposible. ¿Quién haría algo así?
jueves, 24 de marzo de 2011
Dudas dudosas
Me encontraba en una mesa redonda con mucha comida por en medio. Bocadillos varios, agua y refrescos, vinos, bollería salada y algún que otro picoteo más. Al lado mío tenía una señora de unos setenta años de edad. La señora, por circunstancias de haber tenido una vida laboriosa, tenía dolores en la espalda. Eso conllevaba el no poder estar de pie pasado un cierto tiempo. Aquella velada iba para un buen rato.
Tocaba hacerlo y lo hice. No se si por educación, o por generosidad. Me dispuse a pedirle la silla a una señora que había en la mesa de al lado. Tenía unos 45 años de edad, medía metro sesenta y cinco y su rostro parecía agradable. Llevaba un vestido color verde pistacho, unos zapatos marrones con tacones, dos sortijas de oro, una pulsera grabada y un collar de bolas verde oscuro.
Con cortesía y adoptando un papel de actor le dije:
- Señora, ¿puede pasarme si es tan amable, la silla donde tiene colgados su bolso y la chaqueta?
En ese momento su cara cambió por completo. Como si de un extraño se tratara la señora se quedó perpleja. No soy ningún extraño, soy una persona de carne y hueso. Como tú y como todos los que habitamos este planeta. No se porqué me miró de esa forma. El caso es que me contestó:
- Pero, ¿para quién es la silla?
Vamos a ver. Como que para quien es la silla. Pero si tenía el asiento con un bolso y una chaqueta. Es decir, la señora no estaba sentada en ella. Que más le daba. Total que le dije:
- Es para una señora que no puede estar de pie mucho tiempo.
Quitó el bolso y la chaqueta de la silla, y me la dio. En ese momento pensé en todo lo que estaba pasando actualmente. En el tsunami, en las revueltas de Libia, en las centrales nucleares, en la crisis… Me dije a mí mismo: si una señora ha dudado en darme una silla, que utilizaba “como artículo de lujo”, que pasaría si por un momento todos dudáramos de todos…
Tocaba hacerlo y lo hice. No se si por educación, o por generosidad. Me dispuse a pedirle la silla a una señora que había en la mesa de al lado. Tenía unos 45 años de edad, medía metro sesenta y cinco y su rostro parecía agradable. Llevaba un vestido color verde pistacho, unos zapatos marrones con tacones, dos sortijas de oro, una pulsera grabada y un collar de bolas verde oscuro.
Con cortesía y adoptando un papel de actor le dije:
- Señora, ¿puede pasarme si es tan amable, la silla donde tiene colgados su bolso y la chaqueta?
En ese momento su cara cambió por completo. Como si de un extraño se tratara la señora se quedó perpleja. No soy ningún extraño, soy una persona de carne y hueso. Como tú y como todos los que habitamos este planeta. No se porqué me miró de esa forma. El caso es que me contestó:
- Pero, ¿para quién es la silla?
Vamos a ver. Como que para quien es la silla. Pero si tenía el asiento con un bolso y una chaqueta. Es decir, la señora no estaba sentada en ella. Que más le daba. Total que le dije:
- Es para una señora que no puede estar de pie mucho tiempo.
Quitó el bolso y la chaqueta de la silla, y me la dio. En ese momento pensé en todo lo que estaba pasando actualmente. En el tsunami, en las revueltas de Libia, en las centrales nucleares, en la crisis… Me dije a mí mismo: si una señora ha dudado en darme una silla, que utilizaba “como artículo de lujo”, que pasaría si por un momento todos dudáramos de todos…
miércoles, 23 de marzo de 2011
Pimientos picantes
Cocinar es algo que me fascina. Aunque me gusta mucho más ser comensal. A otros, sin embargo, les gusta cocinar y lo hacen de maravilla. Se ponen ese gorro blanco e impoluto. Ponen el paño con estampados de flores. Y se ponen manos a la obra. Es un oficio grato y muy reconfortante, o al menos lo tiene que ser, no lo se. Algunos de esos que cocinan, son tan genios que mientras le dan la vuelta a la tortilla te cuentan un chiste, recitan un poema o cantan. ¡El mundo está lleno de genios! ¿Que lleguen al estatus blindado? muy pocos, ¿Qué viajen en ayudas humanitarias a países remotos? Pocos también, pero mejores. Y así, entre refritos y cebolleta con pimiento, llegamos al meollo del asunto. Resulta que, en una de esas veces que le da la vuelta a la tortilla, dice lo siguiente:
- Los malos son los que mandan.
Una frase que hay que analizar detenidamente. Los malos son los que mandan, ¿Qué malos? ¿Qué mandan?
Mandar significa “ordenar el que tiene autoridad la ejecución de algo”. Digamos que si mi profesor me manda un trabajo, el es malo. O si hago la compra, por autoridad de mi abuela, ella es la mala. En fin, podríamos estar así indefinidamente. Amigo mío, los que mandan son muchos… ¿Quién tiene la culpa? Zapatero, Ángela Merkel, Sarkozy, Gadafi, el tsunami, la religión, el alcalde pedáneo de cualquier barrio diminuto, los que murieron y mandaban, los que mandan pero van a morir, los que asfixian pero no ahogan, los que ahogan pero no matan, los banqueros, los fusiles pistoleros, los maltratadores, los dictadores puñeteros…
En una frase tan corta has englobado tanto, querido cocinero, que casi me olvido de que los malos son los que matan por dinero.
- Los malos son los que mandan.
Una frase que hay que analizar detenidamente. Los malos son los que mandan, ¿Qué malos? ¿Qué mandan?
Mandar significa “ordenar el que tiene autoridad la ejecución de algo”. Digamos que si mi profesor me manda un trabajo, el es malo. O si hago la compra, por autoridad de mi abuela, ella es la mala. En fin, podríamos estar así indefinidamente. Amigo mío, los que mandan son muchos… ¿Quién tiene la culpa? Zapatero, Ángela Merkel, Sarkozy, Gadafi, el tsunami, la religión, el alcalde pedáneo de cualquier barrio diminuto, los que murieron y mandaban, los que mandan pero van a morir, los que asfixian pero no ahogan, los que ahogan pero no matan, los banqueros, los fusiles pistoleros, los maltratadores, los dictadores puñeteros…
En una frase tan corta has englobado tanto, querido cocinero, que casi me olvido de que los malos son los que matan por dinero.
martes, 22 de marzo de 2011
Mi media naranja
En un intento por buscar mi media naranja, surqué mares y escalé las montañas más rocosas para poder encontrarte. Desde Brasil hasta Italia, desde Egipto hasta China… Todos los países que visité me decían lo mismo, las medias naranjas no se buscan. Las encuentras por el camino, tiradas, desoladas, esperando a que alguien les diga algo. Hice un intento por esperar mi mejor momento. Pensé en cómo era yo. De tal forma que mi otra media naranja sea igual a mí. La que me gusta. La que me da vida por las mañanas y me mima por las noches. Tendría que ser una media naranja muy peculiar. De tanto buscar estaba cansado, así que decidí explorar un territorio que no había pisado aún.
Como un iluso sin ilusión, me levanté de la cama, cogí todo lo necesario y puse rumbo hacia la estación de tren. Una vez en el, pensé en darme la vuelta, pero ahora ya estaba decidido. Pensaba ir a Valencia. Una vez allí, monté en un taxi y me dirigí al pueblo de Alberique. Era el último sitio donde podía buscar mi media naranja. Al parecer, es un pueblo pequeño de no más de 10.000 habitantes. Su tranquilidad, y su fisonomía es de un pueblo de época. De aquellos que no hablaban por miedo a los fusiles “naranjeros”. Paseando por el pueblo encuentro una iglesia. Se trata de la iglesia de San Lorenzo Mártir. Entro y pregunto por las medias naranjas que hay en el pueblo a un cura. Muy educadamente, me dijo el clérigo:
- Usted siga todo recto. La primera calle a la izquierda. Verá al fondo una sucursal que hace esquina. Enfrente hay un camino que te lleva a las afueras del pueblo. Al salir lleve cuidado con la carretera. Cruzas, y ahí están todas las medias naranjas.
- Gracias padre.
Le hice caso y efectivamente allí estaban. Sus curvas eran despampanantes. Nunca antes había visto una piel tan dulce y tan lisa. Cogí una de ellas. La partí por la mitad. Y como si de un flechazo me hubiera tocado cupido, supe que esa era mi media naranja.
Como un iluso sin ilusión, me levanté de la cama, cogí todo lo necesario y puse rumbo hacia la estación de tren. Una vez en el, pensé en darme la vuelta, pero ahora ya estaba decidido. Pensaba ir a Valencia. Una vez allí, monté en un taxi y me dirigí al pueblo de Alberique. Era el último sitio donde podía buscar mi media naranja. Al parecer, es un pueblo pequeño de no más de 10.000 habitantes. Su tranquilidad, y su fisonomía es de un pueblo de época. De aquellos que no hablaban por miedo a los fusiles “naranjeros”. Paseando por el pueblo encuentro una iglesia. Se trata de la iglesia de San Lorenzo Mártir. Entro y pregunto por las medias naranjas que hay en el pueblo a un cura. Muy educadamente, me dijo el clérigo:
- Usted siga todo recto. La primera calle a la izquierda. Verá al fondo una sucursal que hace esquina. Enfrente hay un camino que te lleva a las afueras del pueblo. Al salir lleve cuidado con la carretera. Cruzas, y ahí están todas las medias naranjas.
- Gracias padre.
Le hice caso y efectivamente allí estaban. Sus curvas eran despampanantes. Nunca antes había visto una piel tan dulce y tan lisa. Cogí una de ellas. La partí por la mitad. Y como si de un flechazo me hubiera tocado cupido, supe que esa era mi media naranja.
jueves, 17 de marzo de 2011
Re sostenido menor
Acabo de inyectarme un poco de ti. Tienes un color muy dulce. Te necesitaba con locura. Por eso he decidido mimarte todo este tiempo. Aunque te haya dejado en un rincón, siempre serás mi compañera. Mi alma viajera. Con las cosas que me has enseñado no podía acostarme esta noche sin escribirte. ¿Te acuerdas cuando despedazábamos aquella partitura loca? ¡Qué tiempos aquellos! Ahora mismo tengo ganas de cogerte y pasar mis manos, suaves, por tu aro. Que mis uñas rocen tu rosetón y tu puente. Hacerte cosquillas a la madrugada por tu oído. Saber que en tu caja siempre estará mi corazón es algo que me enloquece. ¿Cuántos no te cuidan como yo? ¿Cuántos no desearían besarte y amordazarte? Se que tu siempre estarás ahí para darme lo mejor que tengas. Una vez me dijiste que lo desafinado siempre era mejor que lo afinado, porque era diferente. Así queremos ser tú y yo, diferentes. Yo tan alterado y tú tan inmóvil, tan vivo y tú tan simple, tan desesperado y tú tan tranquila… mi guitarra.
miércoles, 16 de marzo de 2011
Miércoles sin santos
Si antes de nadar decido volar, que sea alto muy alto. Quiero rozar las estrellas por la noche. Tomar café junto a las nubes. Y tocar la cola de una paloma mensajera.Volar alto muy alto. Me sentiría libre como el viento. Ese que te roza la piel y te hace sentir un escalofrío por dentro. Sin gasolineras, ni vehículos mañaneros, no abrían atascos ni desatascos nocturnos. Volar alto muy alto. Sin ropa, con calcetines blancos y guantes azul celeste. Porque volar es más íntimo que nadar. En el mar todo es agobio. Hay muchos tropiezos, atascos y conflictos. El ambiente está contaminado. No quiero nadar. Mientras das unas brazadas, se te cruzan bolsas de basuras errantes y desvalidas. Esas que han sido olvidadas. Latas de moluscos, sin moluscos; pieles de frutas, sin vitaminas; cáscaras de frutos, sin alimento. No quiero nadar.
martes, 15 de marzo de 2011
Bailando bajo la lluvia
Las nubes siempre han derrochado. El tiempo es algo impredecible y sin sentido que nos quiere y nos mima. Tanto es así, que las nubes quieren demostrarnos su cariño. Nos aguantan y, aún así, nos cuidan. Las maltratamos y nos dan prosperidad y salud. Las destrozamos y nos refrescan. Sin embargo, hay otro tipo de nubes. Más bien yo los llamaría nubarrones. Esos que te hacen retroceder un paso. Los que por más que lo intentes, te cortan la garganta con sus garras mortíferas. Mientras te encuentras desvalido y en el suelo, te pisan y te machacan. Si no fuera por el sol que nos ayuda, de vez en cuando, estaríamos en alguna torre colgados de una soga. La piedad no existe en el mundo de los mortales. Como pájaros de barro, nosotros hacemos y deshacemos. Menos mal que siempre tenemos a las nubes. Cojo mi “bolsa”, salgo a la calle y bailo como un tonto enamorado y enfermizo. Cantando aquella canción tan famosa “singin in the rain”, creo que soy Gene Kelly, estoy feliz.
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