Tras un día intenso en la universidad, salgo de aquel edificio granate donde estudio periodismo y voy rumbo a la estación de tren. La universidad siempre tiene un ambiente que te envuelve. Llena de mentes pensantes que van de un aula a otra. Apuntes por allí, trabajos por acá.
Llego a la estación. Aún falta media hora para que mi tren salga, así que entro dentro de la cafetería. Es raro que no haya nadie tomándose un café o comprando alguna revista. La cafetería está vacía. Solamente está la dueña del local y al parecer tiene mucho trabajo. Va de un lado para otro con un trapo en la mano. La faena siempre suele amontonarse cuando lo dejas todo para el último momento. En la televisión hay un programa de música y el que canta es “Eros ramazzotti”. No es que no me guste la música italiana, pero hubiera preferido encontrarme algo más movido. Entre la música de amor y el ambiente tan solitario de la cafetería, parece una película donde yo espero a esa chica tremenda que nunca llega, porque no existe o porque se ha ido con algún paga-fantas. En fin, nunca es fácil entregar tu amor a otra persona y, sin embargo, hay otras que lo regalan como si fueran cotillones en navidad.
Espero a que venga la chica y le pido un café con leche. La verdad que esta no está nada mal. Es guapa y amable, aunque no habla mucho. Le he preguntado que si ella estaba de acuerdo con lo de las pensiones y no me ha contestado. Después le he preguntado sobre el picudo y no sabía lo que era. Al final he intentado sacar otro tema haber si hablábamos y le he dicho que su café estaba buenísimo, y que si todo le salía tan bien. Al parecer se ha mosqueado porque me ha pedido el dinero del café. Mientras espero cojo el periódico. Muchos titulares y nada interesante. Solamente hay uno que me llama la atención. “Alemania presiona a España para que adopte medidas más duras contra al crisis”. Al final va a tener razón lo del trabajador ideal:
Pensamiento del futuro trabajador: si la empresa no está obteniendo beneficios… ¡Pues no se hable más!: mañana mismo me despido sin indemnización ni nada, y como se me ocurra protestar, llamo a los antidisturbios y que me abran la cabeza. Las clases de sociología siempre han sido muy divertidas.
De repente suena una voz muy peculiar que escucho todos los días y dice: Próxima para por vía, uno, cercanías, destinación Murcia. Ese es mi tren. Salgo de la cafetería, bajo las escaleras y me paro al lado de la vía a esperar. Cuando el tren está a punto de llegar, me entra repelús con ese viento que hace tan frío. La luz aparece por el túnel. No se si será como esa luz que dicen que ves cuando estás a punto de pasar a mejor vida. Mejor no hablar de eso ahora. El tren va frenando poco a poco, y da la casualidad que una de las puertas se pone enfrente de mí. Mucha gente baja y poca sube. Me siento en uno de los asientos al lado de la ventana. No entiendo porque me relaja tanto el tren. Pienso en tantas cosas. 25 minutos para recapacitar, sin nervios y sin que nadie te moleste. Como me gustan los trenes vacíos.
viernes, 17 de diciembre de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario