A menudo intento tararear algunas letras de mis poetas favoritos, intento ponerle música con mi guitarra a poemas asombrosos, pero nunca he podido. De repente, oigo una caja con redoble de semana santa y una trompeta haciendo un solo, acompañado con la misma melodía por unos violines que parecen ángeles caídos del cielo.
Unos 20 segundos de introducción musical y aparece como protagonista una voz solista. Esa voz que no perjudica el poema, que no lo daña ni lo lastima, simplemente con cuidado y paso firme va diciendo lo que en su día quiso plasmar en aquel papel el poeta.
La canción transcurre de forma lineal acompañada por esas estrofas donde el autor esta enamorado, según sus versos, de su esposa a la que ama. Una esposa que está esperando un hijo cuyo padre está cercado por las balas y ansiado por el plomo. Un soldado que ha sembrado en el vientre de su esposa una nueva vida. Solo un cambio de ritmo en las dos últimas estrofas y la canción toma un aire diferente. Con el verso “Es preciso matar para seguir viviendo”, la canción coge otro ritmo y otro estilo. Pasamos de un tiempo pausado a un tiempo más rítmico, porque el poeta pone toda la intensidad en las dos últimas estrofas del poema, e intenta dejar reflejado que él luchará por tener esos besos de su hijo.
Después de tanto trabajar con el poema, el autor lo ha desmenuzado y tiene en mente terminar como ha empezado. Un último verso “He poblado tu mente de amor y sementera”. Un final apoteósico acompañado de la trompeta, la guitarra eléctrica y el piano que harán del poema una canción única.
¿Quién puede hacer de un poema una canción tan sentida? Sólo podía tener un nombre, Joan Manuel Serrat. Unos acordes bastan para darle vida a este poema llamado “La canción del esposo soldado”.
Miguel Hernández no sabía, o eso creo, que su poesía iba a ser cantada e incluso difundida por todo el mundo. Gracias a tanta gente como Joan Manuel, la poesía de Miguel Hernández sigue viva y tiene reconocimiento como nunca antes lo había tenido. El poeta oriolano no ha dejado una idea, un símbolo o una bandera. El genial epígono de la generación del 27, como así lo consideraba Dámaso Alonso, ha dejado una historia, un final y un después en la poesía española, y principalmente, su poesía. Esa que nos recuerda donde hay amor y donde el odio reside, porque “hoy el amor es muerte, y el hombre acecha al hombre”.
http://www.youtube.com/watch?v=0VOv-bn2WG4
martes, 23 de noviembre de 2010
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